El club de Nervión se encuentra penúltimo en la tabla de liga, y el pueblo pide cambios a gritos, sobre todo en la directiva
Pues sí, otro más. Otro año en el que el sevillismo se volverá más creyente que nunca, y le rezará a todos los santos que su querido Sevilla FC no descienda a Segunda División, debido a que el equipo solo ha sumado dos puntos de doce, y solo supera al Valencia, otro equipo que está condenado a sufrir este curso.
La culpa, ¿de García Pimienta?
Esto se lo escuchamos mucho a la gente que no está tan metida en este loco mundo del fútbol: «La culpa será de los jugadores, que juegan, o del entrenador que les dice que hacer». Yo creo que esto es más complejo que esto.
El Sevilla FC ha tenido una reestructuración enorme desde la última planificación del ahora director deportivo del Aston Villa, «Monchi». Víctor Orta ha hecho limpieza de arriba a abajo, desde jugadores hasta técnicos. Este último apartado nos lo sabemos de memoria, pues el año pasado se volvió a sacar una horneada de entrenadores, los cuales ninguno funcionaron (Mendilibar, Diego Alonso y Quique Sánchez Flores). Cada uno de ellos con diferentes visiones de juego, unas mejores y otras peores.
Empezó Mendilibar, que venía de ganar la séptima Europa League en Budapest, pero los resultados no acompañaron al año siguiente, y fue cesado en octubre. Raro, ¿no? Más rara fue la contratación de Diego Alonso, que tenía experiencia nula en Europa, y blanco y en botella, leche. No ganó ni en Liga ni en Champions (de cuyo grupo acabaron), por lo que se fue a los dos meses, tras caer 0-3 ante el Getafe en el Pizjuán.
Menos mal que llegó Quique Sánchez Flores a arreglar el desperfecto, consiguiendo llegar a cuartos en Copa, y salvar al equipo del descenso en decimocuarta posición. Bien, viendo los dueños de banquillo del Sevilla el año pasado, ¿esto es normal, o es un tema más profundo? Porque con Monchi al frente de la dirección deportiva, se vivió lo mismo, solo que con una Europa League bajo el brazo.
La directiva también tiene su trozo de pastel
Puede que los técnicos tengan parte de culpa, pero con un mal ambiente, nadie puede trabajar. ¿Mal ambiente? Justo como la lucha por la presidencia del club. La lucha que hay por convertirse en el nuevo presidente del Sevilla puede generar un ambiente hostil que desequilibre a cualquier entrenador, como parece que está ocurriendo con García Pimienta.
Ya los últimos años de Castro fueron desastrosos, pues su sucesor, José María del Nido Carrasco, no pega pie con bola, y varios aficionados le tachan como el peor presidente del club, pues acumula deuda tras deuda, y se echan jugadores de peso para firmar otros que no tienen siquiera un nivel similar. Un ejemplo muy visto en redes, es la reciente salida de Ocampos por… bueno, pues por nadie. El club no firmará a nadie hasta enero. Pero, ¿quién sabe cómo estará el club en enero?
Puede ser bajo otro mandato, aunque casi se descarta esa opción al 100%. El ex presidente del club, y padre del actual, José María del Nido Benavente, quiere volver a la presidencia tras su salida, hace 10 años, debido a un paso por prisión. Ahora, vuelve a ser parte activa del accionariado rojiblanco, y siendo el máximo accionista, desea usar sus votos para desbancar a la directiva actual, y volver a ser el mandamás del barco hispalense.
En fin, un lío que pocos entienden, pero lo que si se entiende es que el club está sumido en un caos, tanto deportiva como institucionalmente, y parece que no hay luz al final del túnel. Hace falta un cambio muy grande, y en la dirección correcta para que el club y sus aficionados puedan volver solamente a disfrutar de ver a su club, pero parece que esto no cambiará, o al menos en el corto-medio plazo.