El pasado jueves se enfrentaron en el Stade France las selecciones de Francia e Israel, en un partido correspondiente a la quinta jornada de Nations League. Con la polémica sobre la ausencia de Mbappé todavía presente, el foco se centró en lo que ocurría fuera del terreno de juego. La tensión generada por el conflicto geopolítico que acompaña a Israel en cada desplazamiento deportivo provocó un despliegue de seguridad nunca antes visto, con el objetivo de evitar enfrentamientos entre ambas aficiones.
Esto, sumado al rechazo por parte de la sociedad francesa al desarrollo del partido, supuso la peor afluencia de la historia para ver a «Les Bleus» en el feudo galo.
Un ambiente desangelado
Un estadio casi vacío y unas inmediaciones con más policías que aficionados. El ambiente no prometía ser agradable y digno de un partido de fútbol, algo que viene siendo habitual en cada desplazamiento de aficionados de Israel. Un clima que se había caldeado después de los enfrentamientos violentos en Ámsterdam tras las provocaciones en contra de palestina por parte de los aficionados del Maccabi Tel Aviv.
Para evitar la repetición de estos sucesos, el despliegue de seguridad fue algo nunca antes visto. Incluso el gobierno francés trato de apaciguar la situación y el propio Emmanuel Macron quiso asegurar el buen desarrollo del partido, animando a los aficionados a acudir al encuentro. A pesar de todo, la negativa por parte de los aficionados franceses a acudir al partido en modo de protesta, generó un ambiente desapacible tanto dentro como fuera del estadio.
Dispositivo de seguridad
El gobierno francés quiso blindar el encuentro. Casi 4.000 policías y miembros de las fuerzas especiales francesas se presentaron en Saint-Denis para garantizar la seguridad de todos los aficionados. Se instauraron dos anillos de seguridad, en los que los aficionados debieron identificarse con su documento de identidad correspondiente, además de no poder entrar al estadio con ninguna bandera o símbolo a favor de Palestina, botellas de plástico u objetos que pudieran afectar al desarrollo del partido.
Menos de 15.000 espectadores en el Stade France
Con todos estos ingredientes, es desenlace se presuponía evidente. Un partido de “alto riesgo”, el boicot por parte de la afición francesa y el dispositivo de seguridad eran argumentos más que suficientes para una mala entrada. En un primer momento se habló de 20.000 localidades vendidas, un cuarto de la capacidad del estadio. Pero nada más lejos de la realidad. Apenas 13.000 aficionados entraron en el estadio, mientras que a escasos kilómetros se celebraba una manifestación a favor de Palestina. Es el peor registro de la historia para la selección francesa, que no experimentaba una afluencia tan baja desde hace 21 años. En ese partido, un amistoso frente a Nueva Zelanda, la cifra fue de 32.000 espectadores.
Una escasa afluencia que no evitó incidentes en las gradas. Primero, durante los himnos, se produjo una sonora pitada hacia el himno de Israel, que incluso la megafonía trato de camuflar subiendo el volumen. Ya con el balón en juego, los enfrentamientos entre ambas aficiones no tardaron en llegar, obligando a actuar a las fuerzas de seguridad del estadio.