En una noche mágica en el Emirates, Declan Rice firmó su actuación más memorable desde que llegó al Arsenal. En el duelo de cuartos de final de la Champions League ante el Real Madrid, el centrocampista inglés no solo fue el eje táctico del equipo, sino que desató al estadio con un doblete de falta directa que ya forma parte de la historia reciente del club. El Arsenal venció con autoridad por 3-0, dejando muy tocado al conjunto blanco y dando un golpe sobre la mesa en Europa. A continuación, repasamos las claves de un partido para el recuerdo.
Un partido para la historia: así fue el Arsenal – Real Madrid
El partido comenzó como una declaración de intenciones por parte del Arsenal. Desde el pitido inicial, los de Arteta impusieron un ritmo alto, combinando posesión con presión tras pérdida y mostrándose más intensos que el Real Madrid. Con un bloque ordenado sin balón y valentía con él, los gunners dominaron el primer tiempo. Thibaut Courtois fue el principal responsable de que se llegara al descanso con 0-0, evitando al menos dos goles claros con intervenciones salvadoras.
Pero la resistencia blanca se quebró en el minuto 58. En una falta directa desde el sector derecho, Declan Rice sacó su guante y mandó el balón al fondo de la red. A partir de ese momento, el Arsenal creció aún más, y aunque el Real Madrid tuvo algún intento de reacción, el desorden y la desesperación comenzaron a pesar. Así, en el minuto 70, otra falta desde el sector izquierdo acabó en un nuevo golazo de Rice, esta vez a la escuadra contraria. Solo cinco minutos después, una brillante acción colectiva culminó en el tercer tanto, con un remate de Mikel Merino que sentenció el 3-0 definitivo. El equipo de Ancelotti se vio superado en todas las facetas.
Una lección de ocupación de espacios: así brilló Rice
El planteamiento de Mikel Arteta fue tan valiente como inteligente. Aunque el Arsenal partía en un teórico 4-3-3, en realidad mutó constantemente hacia un 3-4-3 en fase ofensiva. Timber actuó como tercer central junto a Saliba y Kiwior, permitiendo que el joven Lewis-Skelly se incrustara como segundo pivote al lado de Thomas Partey.
Este ajuste generó dudas en el doble pivote del Madrid (Modric y Camavinga), que no supieron a quién saltar, y abrió espacios constantes. En la derecha, Ødegaard y Saka atacaban en superioridad ante un Alaba falto de ritmo. En la izquierda, Rice, Lewis-Skelly y Martinelli desbordaban en oleadas. De hecho, el tercer gol nace de una conducción potente de Rice por ese sector, habilitando a Trossard, que encontró por dentro a Lewis-Skelly para asistir a un inspirado Mikel Merino, que actuó como falso 9.
Más allá de los goles, Declan Rice fue el motor silencioso del equipo. Sin ser el que más toques tuvo, fue el que más disparó a puerta, completó un regate exitoso, registró un 90% de acierto en el pase y ofreció una clase magistral de conducciones progresivas. Su potencia física y su lectura del espacio lo convirtieron en un jugador indetectable para el Madrid durante todo el encuentro.
Un doblete de falta directa y una actuación de leyenda
Lo de Declan Rice no fue solo dominio táctico: fue puro talento individual. Su doblete de falta directa entra directamente en los libros de historia. Con esta actuación, se convierte en el quinto jugador en la historia de la Champions en lograr dos goles de libre directo en un mismo partido y el único inglés junto a David Beckham en anotar de falta al Real Madrid en competición europea.
Y lo más impresionante: fueron los primeros goles de falta directa en toda su carrera profesional. A pesar de ello, nadie dudaba de su impacto ofensivo. Desde que llegó al Arsenal hace año y medio, ya ha alcanzado la cifra de 14 goles, siendo un centrocampista que ha demostrado una capacidad enorme para adaptarse a todo lo que le ha pedido Arteta: ha sido pivote, interior, llegador e incluso jugador de banda, como se vio en este mismo partido. Su polivalencia es tan valiosa como su presencia física.
Nadie duda de la calidad de Declan Rice, un jugador por el que el Arsenal pagó 116 millones de euros, y que a sus 26 años no solo se ha asentado como una figura indiscutible en el esquema de Arteta, sino también como pieza clave de la selección inglesa. Lo vivido ayer en el Emirates es la mejor muestra del nivel que puede alcanzar en las grandes noches.