«¡Gol de Iago Aspas! Tenía que ser él, no podía ser otro. Era muy obvio que en algún lugar, en más de uno, en más de dos, en más de tres, diría que en cualquier esquina de la ciudad de Vigo estaba escrito que Iago Aspas Juncal iba a ser el futbolista que metiese al Celta en Europa ocho temporadas después. Es él, el capitán, dejando esa estela que dejan solo los grandes jugadores». Así narraba José Sanchís aquel 1 a 2 en Getafe el pasado 25 de mayo. Una muestra más del legado del jugador con más partidos en la historia del club vigués.
Prácticamente esas mismas palabras se repiten en el celtismo cada día que el moañés hace fácil lo imposible, imaginable lo impensable o práctico lo hipotético. Porque eso es Iago, un salvador de todos los males esté quién esté en el club. El día que superaba al gran capitán Manolo con esa cifra de 534 partidos, muchos con el equipo de sus amores literalmente a su espalda, no se podía permitir no volver a dejar huella. Iago Aspas tenía que abrir el marcador de esa forma, no había otra opción.
Un golpeo desde la frontal que pocos parecieron esperar dentro de la atmósfera celeste, pues llevaba más alma que cabeza. Así lo reflejó un Balaídos que irradiaba éxtasis ante un ejemplo más de la grandeza de su número 10. Un nuevo capítulo al que, por fortuna, va malacostumbrando a todo aquel que lo ha seguido a lo largo de sus 38 años. Desde aquel doblete contra el Deportivo Alavés, pasando por la remontada al Villarreal y similares, hasta la noche de ayer. Un sinfín de ejemplos que son una auténtica huella de identidad única en un deporte donde impera el negocio a raudales.
El club estuvo a la altura con un homenaje innovador y difícil de mejorar, empleando drones en el cielo de Vigo para repasar su trayectoria hasta esa marca histórica. Hasta las lluvias que azotaron durante toda la semana el panorama gallego se permitieron un respiro para rendir homenaje al posiblemente mejor futbolista que haya vestido la camiseta del Celta. Hay cosas que, aunque no lo parezcan, están escritas y destinadas a suceder.
Cuando Noel Gallagher compuso en los noventa Live Forever quizá no pensó en que podría definir a la perfección la relación entre Iago Aspas y el Celta de Vigo. Seguramente no, pero lo hizo. Por eso sonó Oasis por la megafonía del estadio en ese emotivo momento, porque así lo sienten y se llevan entendiendo tantos años de la misma forma. El Celta no se entiende sin Iago Aspas ni el moañés se entiende sin el equipo de sus amores. Ambos estarán ligados para la eternidad aunque el diez no pueda, pero quiera, «vivir para siempre».
Casi suena melancólico, a despedida incluso y no deja de demostrar que el final está más cerca de lo que pensamos,. «Aunque esto parezca una despedida (Maybe I just wanna fly. Wanna live, I don’t wanna die), aún me quedan seis o siete meses de contrato (Maybe I just wanna breathe. Maybe I just don’t believe) y muchos partidos para disfrutar junto a vosotros (Maybe you’re the same as me. We see things they’ll never see). Por momentos como este, el moañés sigue demostrando que está ahí por qué es especial. Así que podrá seguir teniendo la potestad de hacer lo que le venga en gana con su futuro. Nosotros mientras tanto no nos queda más que disfrutarlo. You and I are gonna live forever.








