La Copa del Rey, esa que da la oportunidad a los David de plantarle cara a los Goliat del fútbol español, saca cada año historias que merecen un espacio en el espectro deportivo del país. Fútbol, pequeños, grandes, ilusiones, añadidos y sorpresas. Una competición que da pie a momentos de absoluto éxtasis, como lo sucedido en O Couto este martes. Un campeonato que reivindica el nivel del fútbol más modesto, el de aquellos que tienen y han luchado por algo que merece ser visto. El Ourense CF se ha convertido en el primero que da la machada ante un histórico como el Real Oviedo. Si ya venía de hacer un gran papel la temporada pasada, eliminando a Deportivo y Valladolid, este año su periplo empieza fuerte.
El torneo del K.O. es único por esto, aunque cada año se encarguen de dinamitar esos relatos que nos da el deporte rey e ir dejando por el camino a los que de verdad no interesan. Al menos, esa es la sensación que puede llegar a tener cualquier aficionado desde fuera. Solo es necesario reflexionar y hacerse una simple pregunta. ¿Cuántos equipos fuera del fútbol profesional llegan más allá de las tres primeras rondas cada año? Las comparaciones son odiosas se suele decir, pero el trofeo más antiguo del mundo y su modelo, por ejemplo, tienen poco que envidiarle al nuestro.

No obstante, porque el fútbol y sus condicionantes son así, sigue habiendo las denominadas sorpresas que llenan de autenticidad a esta competición. En la ciudad das Burgas, la pasada noche fue de esas que los presentes no olvidarán. El gol, que es el acto más preciado que tiene este juego, enlaza a una atmósfera muy cambiante. Puede sonar hasta incrédulo para aquel que no entiende todo lo que conlleva que un balón entre dentro de tres palos. Tristeza, rabia, felicidad, perplejidad o incluso cólera. Algunas, por no decir todas, de esas emociones emanaron de las gradas de O Couto.
El Ourense se cargó al Oviedo en Copa por creer en esas pequeñas posibilidades. Por comprender que la dificultad que supone el reto, genera una mayor satisfacción en la recompensa. «Cuenta con decepcionarte y nunca te decepcionarás del todo». A pie de campo, lo que brotaba de las tribunas y del verde era algo similar, un consenso entre partes con una misma fe. Porque cuando los ovetenses dejaban con vida al lobo mientras perdonaban el 1-3, el feroz animal no desperdició su oportunidad de cobrar venganza y ganar la batalla.
Un contexto difícil de encontrar
Es de esas situaciones en las que sabes que estás presenciando algo irrepetible. De esta emana la casuística de que son el colista actual de la Primera Federación. Hasta la fecha de hoy no han ganado en la competición regular, solo cinco empates nutren su escaso casillero de cinco puntos. La evasión de esta circunstancia se la estaban dando las copas. Y hablamos de copas en plural, porque si no es gracias a la Copa Federación, los ourensanos no estarían clasificados entre los 64 mejores de España. El Ourense CF clasificó a la Copa del Rey gracias a ser el campeón de la fase autonómica de este torneo antes mencionado y de llegar a semifinales en la fase nacional. Solo aquí, solo en las copas, han sido capaces de cosechar las alegrías.
Además, los de Dani Llácer -que era un sorprendido más en la sala de prensa- marcaron prácticamente los mismos goles que llevan en toda la Primera RFEF. Estuvieron a nada de endosarle una manita a los carballones que hubiese igualado la cifra anotadora en competición doméstica. Ver para creer. Contrasta además con la gran imagen futbolística que dieron, haciendo sucumbir física y mentalmente a todo un Primera. Después de que Agudín estrellase un disparo contra el larguero con quince minutos para el final, los locales se los comieron de forma total. El avasallamiento fue digno de película, de ahí a una remontada que comenzó, como no podía ser de otra forma, en el tiempo añadido. El resto es historia. Hay algunos que están llamados a hacer cosas especiales, como así se demuestra en la relación entre Ourense y Copa del Rey.








