Quién diría en Vigo que la temporada más ilusionante de los últimos años comenzaría de esta forma. El Celta encadena ocho partidos consecutivos sin conocer la victoria, suponiendo la peor dinámica desde la llegada de Claudio Giráldez en abril de 2024. Más allá de los resultados, que no acaban de acompañar, preocupa el declive futbolístico de los celestes. Sin la confianza de los resultados, el conjunto olívico está tendiendo a ser más directo que antaño, alejándose por tanto de aquel estilo que los llevó a Europa.
Los cinco empates cosechados más las tres derrotas, una en competición europea, dejan en evidencia además un bajón colectivo. Solo Borja Iglesias, Ionut Radu y Hugo Sotelo están a un nivel alto en este arranque. Sumado a las lesiones que siguen azotando a los gallegos, sobre todo en zona defensiva, dejan un panorama muy gris en apenas dos meses de competición. Si no consiguiesen la victoria este jueves contra el PAOK griego, sería la mayor racha de encuentros sin ganar en toda la historia del club. Con prácticamente la misma plantilla que clasificó séptimo en Getafe el pasado mes de mayo.
Bache estilístico que se une al de resultados
Lo más preocupante quizá llega en que este Celta no es capaz de ser regular en el juego. Sobre todo de construir el peligro a partir del balón y de leer el partido. Era algo que hacía bien, no jugar tan automatizado como se le está viendo ahora. Tanto en Stuttgart como en Elche, los de Claudio Giráldez siguieron buscando ser más contragolpeadores y directos al verse sobrepasados. Las fases de dominio fueron prácticamente inexistentes, al contrario de los últimos partidos que venían realizando donde al menos tenían varias.
En esta situación de no ser capaz de huir de la presión rival, se repitieron dos problemas. Uno fue buscar una y otra vez a los alejados de forma automatizada, repitiendo mecanismos sin mucho éxito en apenas tres toques. De ahí a que el balón acabase en las botas de los ilicitanos en la tarde de ayer. Otra fue el juego directo, bien desde portería con Radu, bien desde la defensa, hacia los atacantes. Con un juego que se asemeja más a lo visto con Benítez sigue echándose en falta algo de criterio y calma en la zona central del campo. Ayer acabó realizando por ejemplo 31 despejes y 298 pases precisos. Este último dato pone de manifiesto la pérdida de control que estaba teniendo de los partidos, siendo incapaz de acercarse a los más de 350 cosechados en los tres empates en casa.
El banquillo, en la diana de las miradas
El bajón de la primera a la segunda mitad volvió a coincidir con la intervención de Claudio Giráldez. Ante los problemas gástricos de Ilaix Moriba, que lo obligaron a salir en el descanso, y la amarilla de un Mingueza que sigue desentonado, entraron los Javis. Con la incorporación de Javi Rodríguez a la parcela defensiva, el Celta perdió un mediocentro. Hugo Sotelo y Miguel Román, que acabaron el choque mermados, no consiguieron imponerse. Con ello, los de Sarabia fueron dueños y señores del partido.
Intentando proteger un poco más la zaga, salió totalmente lo contrario, a sabiendas de que no es un equipo que defienda bien. Los celestes pagaron ese precio, pues bien se vio que el portero rumano estuvo totalmente exigido. Incluso parando un penalti, completando seis atajadas en total, no fue suficiente para impedir la derrota. Claudio Giráldez acusaba las dificultades expuestas del Celta en estos últimos dos enfrentamientos en la presión «a pares», con los que no están nada cómodos.
Coincide este momento de, por un lado importunios físicos y por otro, un nivel por debajo del de la temporada pasada, con la dinámica que se aprecia de ser más reactivos. En el ataque, más allá del Panda, nadie está siendo determinante con su rendimiento. Ni el capitán Iago Aspas, ni Bryan Zaragoza que era uno de los llamados a dar un paso al frente, ni el resto. En defensa más de lo mismo, únicamente Javi Rueda es lo que está brillando más, porque entre lesiones y errores, la zona defensiva sigue siendo una zona gris. Marcos Alonso ha comenzado muy por debajo de como acabó la temporada pasada, al igual que Yoel Lago o Javi Rodríguez, este último era una de las piezas que más sentido daba a la creación de juego.
Giráldez fue capaz de levantar al Celta en momentos similares
Dentro de toda la incertidumbre que rodea a la entidad olívica en cuanto a resultados, el peso de la balanza vuelve a posicionarse hacia el líder del barco. Con la poca confianza que están mostrando sobre el verde los pupilos de Claudio, el cuerpo técnico, que tampoco está acabando de acertar en sus decisiones, tiene en su mano relanzar al equipo mentalmente. A partir de ahí puede crecer este Celta, pues en momentos de dificultad ya tendieron a ser menos valientes. Y con toda la juventud además que engrasa la plantilla, es un factor a tener en cuenta.
Sin ir muy lejos, en el pasado mes de enero encadenaron cinco partidos sin ganar en una situación que los tenía cerca de Europa al acabar el año. En esa mala racha justo afrontaron un 0-2 en contra al descanso, contra el Betis en Balaídos, que supuso un punto de inflexión para el resto de la temporada. Y no se quedan ahí las malas dinámicas. Después de aquel seis de seis en las dos primeras fechas de la 24/25, sumaron solo 7 de 27 puntos posibles, con muchas dudas en los partidos fuera de casa y dos victorias durante septiembre y octubre. La situación actual, 5 de 21 potenciales en LaLiga, y con el regreso descafeinado a Europa no desentona mucho de estos panoramas vividos.
Sin embargo, el Celta de Giráldez puede ganar tranquilidad a partir del este mes de octubre. Con todas esas preguntas que azotan al proyecto, aunque no está en peligro, los vigueses afrontarán cuatro compromisos con su afición, con un parón de selecciones por el medio. Dos partidos de Europa League, ante PAOK este jueves y Niza, y otro par en liga, contra Atlético de Madrid y Real Sociedad, puede ser la gran oportunidad para que este «EuroCelta» relance su campaña.
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