Si se tratase de un episodio de 1000 maneras de morir, el Celta tendría que perecer de la forma a la vez más tonta y a la vez más cruel que existiese. En una tarde que invitaba a la épica bajo el diluvio en Balaídos, los txuriurdines rascaron un empate por su insistencia y por los errores de los vigueses. La expulsión de Carl Starfelt, como fallo supremo, condicionó un choque en el que los celestes no estaban cómodos pero tampoco incómodos. Y además, cuando todo apuntaba que llegarían al descanso con ventaja ante una Real Sociedad a la que le estaba costando generar más allá del balón parado.
Ni la presión, que resultó bastante efectiva, estaba facilitando las oportunidades claras de gol a los de Sergio Francisco. De hecho, el Celta cuando consiguió sortearla en un par de ocasiones, generó la misma jugada para plantarse en superioridad en campo rival. Una de ellas fue el tanto de Pablo Durán. En el segundo tiempo, las dudas que afloraban el bando donostiarra fueron transformándose en una ansiedad generada por Ionut Radu. Sin embargo, el botepronto en el gol del empate le jugó una cruel y mala pasada cuando se aproximaba el 90. Séptimo empate del Celta, séptimo uno a uno de la temporada y noveno partido sin conseguir ganar en liga.
El fútbol y sus pequeñas cosas
Si algo hace especial a este deporte es que los detalles pueden definir un partido. Haciendo un choque en el 11 contra 11 bastante justo y ya de pura resistencia en inferioridad, el Celta de Vigo se va a casa con la sensación de tener la victoria en sus botas. Hasta con diez futbolistas. Si no que se lo digan a Jones El – Abdellaoui, que cinco minutos antes del 1-1 tuvo el segundo contra un Remiro vencido. Una jugada que nace desde la parcela defensiva, Ilaix mantiene la bola y conduce hasta el momento exacto para plantar al marroquí al galope. Ese era y es el coste que tiene que pagar el cuadro olívico si quiere jugar con una base de futbolistas tan jóvenes.
El otro pequeño detalle que marca el partido es el tiro en el pie que se pega, el además capitán ayer, Carl Starfelt. El sueco perdió los papeles con Yangel Herrera en una acción en la que el juego estaba parado por Juan Martínez Munuera. El venezolano forzó a la perfección la autoexpulsión del central, indigno para un futbolista de su talla y que no se puede tampoco permitir estos percances sobre el verde. Con las dificultades que se estaban encontrando los de San Sebastián, supuso un bálsamo para embotellar a los locales y soñar con una remontada que los sacase de la zona roja. Finalmente rescataron un punto que pudieron ser tres por unos centímetros de la cara de Oyarzabal.
Problemas con los pares y la expulsión
La lluviosa tarde del domingo no fue fácil tampoco para Claudio Giráldez. En la previa confesó que no se fiaba del técnico rival vistas las propuestas planteadas cuando rivalizaban en sus respectivos filiales. Sergio Francisco interpretó muy bien el punto de dolor que está teniendo el conjunto gallego, que es salir de las presiones a pares o con marcaje al hombre. En el once contra once, los de azul celeste apenas buscaron el centro del campo para intentar salir jugando pero encontraron soluciones con ese juego directo.
Los primeros minutos fueron un dolor de muelas para un Celta que se condenaba a repetir su mecanismo salvavidas. Jugar de dentro a fuera en apenas tres pases y cuando el balón estaba en uno de los carrileros, jugar largo sobre la última línea de delanteros. Posiblemente el entrenador de O Porriño anticipó un escenario parecido, pues era la primera vez que alineaba a Pablo Durán, Borja Iglesias y Ferrán Jutglà de inicio. El santiagués y el catalán propiciaron las dos ocasiones más claras de los de Balaídos gracias a sus movimientos de apoyo en campo propio. Ahí estuvo realmente la interpretación correcta y a partir de donde podía crecer el equipo en un hipotético 11 vs 11.
Esos emparejamientos que plantearon los de Donostia hicieron ineficaz prácticamente a un Hugo Sotelo, que no estuvo fino tampoco. Le sobraron toques con balón aunque estuvo muy perseguido y escondido por ese buen hacer de los visitantes. A pesar de ello y de la dificultad que conlleva, el poder sortear la presión adelantada pasaba por sus pies. Eso sí, un jugador de su estilo se echó en falta en el segundo tiempo, pues un Moriba fundido por los esfuerzos intentó combinar con mucho valor esos dos perfiles de centrocampista que viene usando el cuerpo técnico del Celta.
La expulsión determinó un plan «beniticiano»
Claudio sorprendió al sustituir a Hugo Sotelo por Carlos Domínguez para suplir la baja de Starfelt. Ese cambio adelantó que las órdenes del técnico del 45´en adelante iban a ser aprovechar las ocasiones al contragolpe. Con un 5-3-1 en el que Jutglà y Pablo Durán acompañaban en bloque bajo a Ilaix, se echó en falta a alguien que quisiese defenderse con el balón. Pareció cambiar cuando introdujo a Hugo Álvarez a la par que a Javi Rueda, pero la idea fue la misma sin atisbo de cambio cercano. La entrada como referencia de ataque de Jones El-Abdellaoui por Jutglà, que era el único que estaba tratando de oxigenar el juego sin buscar el balón largo, fue el golpe definitivo del plan.
¿Un planteamiento marcado por la expulsión? Sí, pero que se asemeja más a lo que no hace mucho planteaba Rafa Benítez. No hay que irse muy lejos para ver a esta plantilla con un contexto similar e intentando proponer. El pasado 10 de mayo, en un Celta-Sevilla en el que Marcos Alonso se va expulsado también antes del descanso, los gallegos trataron de defenderse inicialmente algo más con balón. De hecho, se pusieron por delante de nuevo gracias a esa valentía. Giráldez ya deja entrever esta temporada que busca un Celta sólido y capaz de sacar resultados tanto cuando puede dominar como cuando no puede. Otro gallo cantaría en Vigo si Jones acertase ese mano a mano, pero no deja de ser paradójico que este equipo tenga momentos en los que renuncie al estilo que lo catapultó a su éxito particular.








